Los testimonios son conmovedores, los minutos y segundos parecían eternos, la tierra no se contenía, muchos pensaban que todo se iba destruir, las personas esperaban que la tierra dejara de moverse, otros esperaban las noticias de sus familiares, otros el socorro bajo las ruinas, y muchos esperaban arriba de los cerros, arriba de los edificios, el pasar del tsunami. Todos los informes, videos y noticias, son profundas e indescriptibles. Es imposible quedar indiferente delante de la catástrofe del terremoto acompañado de un tsunami vivido en Japón y en tantas otras partes del mundo como Indonesia, Haití, Chile, etc., en los últimos tiempos. Con el avance de la tecnología se pueden dimensionar los daños a través de los distintos medios de comunicación, pero nunca podremos estimar de forma exacta los efectos. Seguramente esto nos hace reflexionar y levantar muchas preguntas que quizás no tienen respuesta, o reciben una diversidad confusa de ellas, las que no nos llevan a una conclusión real del tema. Sin embargo, este evento conmovedor deja enseñanzas contundentes para la vida después de las tragedias.
La primera enseñanza es considerar la Realidad Inminente de las Tragedias en la Vida – Parte de la realidad de la Humanidad siempre ha sido convivir con las tragedias en las distintas dimensiones de la vida. Casi todos los días, en alguna parte del mundo, personas, familias, empresas, países, continentes, etc., son golpeados por alguna tragedia. Desde las tareas más simples, como caminar por alguna calle y caer en un hoyo o ser atropellado por un auto, hasta las más complejas como enfrentar un terremoto o un tsunami. Constantemente estamos susceptibles a alguna tragedia, y –aún cuando muchas veces nos preparamos para enfrentarlas– siempre habrá elementos que escapan al control y pueden afectarnos. Sin embargo, a diferencia de los ejemplos anteriores, un terremoto, tsunami o tornado son tragedias masivas, de grandes magnitudes, que afectan a un grupo más grande. La verdad es que sean grandes o pequeñas, las catástrofes tienen muchas características en común, y la única diferencia está en que pueden ser clasificadas de una manera u otra, con algunos elementos propios, pero al final producen un efecto destructivo en la vida del hombre. Por otro lado, la segunda enseñanza es considerar la Señal de Alerta a la Humanidad – Ciertamente el resultado de tantas tragedias es fruto de la propia acción del hombre, que por sus diversas decisiones ha generado consecuencias terribles para él mismo. Según muchos estudiosos, gran parte de las catástrofes de la naturaleza son señales potentes de los disturbios climáticos, resultado de los efectos destructivos del hombre hacia la naturaleza. La idea de preservar, cuidar, guardar, ha sido cambiada por aprovechar sin límites lo que el hombre pueda de la creación, sus beneficios directos. Algo está dañado en la creación en general, tanto en los aspectos naturales, como también en la familia y sociedad. Los criterios para tomar las decisiones que impactan la naturaleza, son enfocados simplemente en los beneficios comerciales, sin considerar las implicancias a la humanidad. La acción y afán del hombre de construir un nuevo mundo, ha llevado a una des-construcción de la creación, de la biodiversidad de la naturaleza, con consecuencias terribles para la creación y la propia humanidad. La armonía, belleza, naturaleza, bienestar, han sido cambiados por descontrol, stress, tecnología, producción, etc. El mundo que el hombre vive ahora ya no es el mismo de antes, y la pregunta es si éste mundo que se ha generado o “creado” es mejor que el antiguo, considerando que el hombre sigue tomando decisiones equivocadas sobre diversos temas. Por lo que parece, el hombre camina en un rumbo de autodestrucción, como si estuviera mutilando su cuerpo, haciéndose daño a sí mismo. Esta verdad puede ser aplicada a todas las esferas de la vida, como la familia y las relaciones interpersonales, pues un abismo llama otro abismo. Esta verdad es reflejada en el contexto abordado por Pablo en el Capítulo 8 de Romanos, sobre el gemido de la creación por la redención. La tercera enseñanza es que debemos hacer de la Tragedia una Oportunidad para Crecer. Debemos buscar la restauración con esperanza para el futuro, porque esta no fue la primera y no será la última vez que enfrentemos tragedias en la vida, pues nos resta el desafío de seguir avanzando. En general, gran parte de los países, familias, personas, que tienen una segunda oportunidad para recomenzar, logran reconstruir una vida mejor. A los países que pasaron por una tragedia les sirvió de estímulo para el crecimiento y reconstrucción de nuevas casas, colegios, hospitales, una sociedad más prevenida y organizada, con más fortalezas para las próximas generaciones, etc. Después de las tragedias, aún queda la frustración, el miedo, la tristeza, la desesperación, la gran necesidad de reconstruir nuevamente todo lo que se perdió. Sin embargo, cuando tenemos el mensaje del Evangelio, la gracia de Cristo en nuestros corazones, con certeza hay muchas cosas que el terremoto no puden destruir, como el placer por la vida, el amor que tenemos por nuestras familias, el deseo de una vida mejor, la fuerza que nace de las raíces sólidas, los dones y talentos que recibimos, pero sobre todas las cosas, la esperanza que acompaña aquellos que sirven al Señor. En momentos así, se necesitan muchas cosas, pero sobre todo la fe que mueve montes, la fe que ve lo invisible, la fe que camina por sobre las aguas, la fe que espera en la providencia de Dios, la fe que supera las adversidades. La última enseñanza es que debemos Reconstruir la Vida sobre el Fundamento Sólido. En las tragedias muchas fuerzas son movilizadas voluntariamente en la sociedad: estudiantes, organizaciones, empresas, gobierno, instituciones, etc. Sin embargo, ninguna ayuda reemplazará el rol de la Iglesia, del cristiano. Ciertamente la Iglesia tiene un rol fundamental en la reconstrucción tras una tragedia, pues los ingenieros cuidarán de las estructuras físicas, el gobierno cuidará el orden del país, los abogados cuidarán de las leyes y juicios, los médicos cuidarán a los enfermos, pero existe una misión entregada a la Iglesia que nadie puede hacer sino nosotros: restaurar vidas a través de las buenas noticias de salvación. El futuro nos espera, las buenas noticias fueron encargadas a nosotros, pues en estos momentos todos quieren escuchar una buena noticia de esperanza, paz y vida eterna. Por lo tanto, invito a todos ustedes a que nos sumemos a esta campaña constante de levantar a aquellos que están desolados, con sus distintas dimensiones de vida destruidas. Es necesario luchar por el verdadero fundamento del evangelio, reconstruyendo familias sobre la Roca que es Cristo, trayendo un mensaje de esperanza, orando por todos aquellos que están sufriendo, expresando nuestra ayuda y amor al prójimo, dejando nuestro egoísmo de lado para disponer nuestro tiempo, mente, manos, corazones, con generosidad hacia aquellos que están necesitados. Solamente así podremos construir un país consistente que supera cualquier tragedia de la vida, por medio de un fundamente sólido que es la Roca Eterna.
Leandro de Almeida Pinheiro